Clasifica los riesgos de la manera más simple posible

Existen tres grandes paradigmas en el rol del project manager:
- Gasta un 90% de su tiempo comunicando
- Su principal rol es la integración
- Concentra sus energías en el seguimiento y control de los riesgos asociados al proyecto

Es, pues,  natural que se dedique un gran esfuerzo a la identificación y priorización de los riesgos, y a estos debe dedicárseles la consideración que merecen.

Normalmente empleamos mucho tiempo en la priorización de riesgos, dada la lógica de concentrar nuestros esfuerzos en los que supongan una mayor amenaza para nuestro proyecto, evitando desperdiciar energías en aquellos que no tengan especial relevancia.

Comúnmente se califican los riesgos según sus probabilidades de ocurrencia y consecuencias para el éxito del proyecto, aunque hay otros factores igual de relevantes, como puedan ser la urgencia, la posibilidad de afrontarlos o de responder, el coste, etc… Sin embargo, es posible que consideremos demasiada información. Tal vez un planteamiento más sencillo para la clasificación de riesgos funcionaría igual de bien.
Es por ello que me parece interesante el enfoque del especialista en gestión de riesgos David Hillson.

Muchas veces, los gestores de proyecto valoran exhaustivamente la probabilidad de ocurrencia de un riesgo particular, discutiendo acerca de si esta es del 10 %, 12 % o 15 %, y debatiendo si el probable impacto es de 10 Millones o de 11 Millones.

En las grandes emergencias sanitarias, donde a menudo los recursos asistenciales son insuficientes para atender a todo aquel que necesita ayuda, es práctica común hacer una primera valoración/selección para decidir qué pacientes requieren asistencia urgente y cuáles pueden ser atendidos por una enfermera. La decisión médica de seleccionar el grado de gravedad de cada paciente la toma frecuentemente un profesional junior, siguiendo determinadas directrices y dividiendo a los pacientes en dos o tres grupos de gravedad.

Este procedimiento de priorización contrasta llamativamente con el nivel de detalle que encontramos en la mayoría de procesos de evaluación de riesgos. Algo podemos aprender del enfoque de clasificación de gravedad médica.

La mayor parte de las veces manejamos largas listas de riesgos, a muchos de los cuales debemos prestar el mismo nivel de atención. Tenemos que dividirlos en dos o tres grupos, para podernos centrar en primer lugar en los que necesitan una gestión urgente, a continuación hacer frente a otros riesgos menos importantes, y simplemente supervisar el resto. El típico uso del “semáforo” rojo, amarillo y verde refleja esta amplia clasificación de los riesgos en alta-media-baja prioridad.

Separar los riesgos en dos o tres niveles de prioridad no requiere listados de rankings complejos y detallados. Todo lo que se necesita es comparar los riesgos contra un umbral definido y decidir si cada riesgo particular está por encima o debajo. En algunos casos puede bastar simplemente con clasificar determinados riesgos respecto a otros para determinar una priorización relativa, sin tener en cuenta valores absolutos de probabilidad o impacto.

Debemos tener cuidado de no buscar más detalle del que necesitamos para nuestros propósitos.

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