El inicio de los proyectos no es normalmente un proceso elaborado y formal, muchas veces se produce porque surge una oportunidad espontánea, más que por el desarrollo del portfolio. Es común comentar la anécdota del ejecutivo que se acerca al Project Manager en un pasillo de la oficina y le propone el inicio de un proyecto.
Del mismo modo, por muy elaborada que sea la evaluación de riesgos, los proyectos están sometidos a todo tipo de influencias y cambios a lo largo de su vida.
Lo cierto es que el posterior desarrollo seguirá las mismas pautas: la planificación y el análisis brillarán por su ausencia.
Esto se toma como ejemplo y referencia para describir el mundo de la gestión de proyectos como caótico e imprevisible, una disciplina donde las habilidades interpersonales priman sobre cualquier metodología.
Se ha sugerido que el seguimiento de métodos formales, y sobre todo una detallada planificación, pueden coartar la creatividad, dado que quizás imponen una rigidez que no facilita adaptarse adecuadamente a los cambios que puedan surgir.
¿Sirve esto para invalidar dichas metodologías o creéis, por el contrario, que esta clase de técnicas nos ayudarán a poner orden en el proceso?