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Para aprender a ser un buen empresario es importante conocer la historia de aquellos que han llegado hasta lo más alto. Te damos detalles de cinco de los mejores empresarios del planeta:

Walt Disney, fundador de Disney. ¿Quién no conoce a Mickey Mouse? Con este personaje el empresario de Disney logró salvar su negocio y posicionarse como la empresa audiovisual dirigida a niños, más grande del mundo. Años después de su muerte Disney sigue siendo un gigante de la animación y el entretenimiento de los más pequeños y ha conseguido convertir tanto su fundador como a Mickey Mouse en emblemas de una era. Walt Disney supo arriesgarse sin olvidar sus orígenes y debido a su esfuerzo y su perseverancia logró construir un imperio.

Henry Ford, creador de la empresa Ford. Él fue el precursor de la empresa automovilística y su modelo de negocio revolucionó el mundo hasta el punto de ponerle su nombre: fordismo. Básicamente ideó la producción en cadena para optimizar el tiempo, los trabajadores y los recursos, obteniendo como resultado unos beneficios astronómicos. Para muchos, Ford es el padre de la empresa moderna que sigue vigente hoy en día.

Steve Jobs, fundador de Apple. Él fue una de las mentes más privilegiadas de nuestros tiempos, consiguió encarecer un producto para hacerlo exclusivo y aumentar su demanda. A su vez, perfeccionó los diseños para convertir sus productos en los más sofisticados y atractivos del mercado. A parte de su temperamento difícil, Jobs tuvo una vida de película marcada por la expulsión de Apple y su retorno a lo grande que catapultó su empresa en una de las más importantes del mundo.

Ingvar Kamprad, fundador de Ikea. Ha conseguido convertirse en la marca de muebles baratos por excelencia reduciendo al máximo sus costes de producción para poder vender sus productos al mejor precio. Es conocido por su nivel de vida austero y sin muchos lujos. Ésta es una de sus principales virtudes que le han llevado hasta lo más alto.

Amancio Ortega, fundador de Inditex. En España todos lo conocemos porque es el multimillonario que nos queda más cerca, él fundó Zara, una de las marcas más conocidas y compradas de todo el mundo. Ortega empezó con una pequeña tienda, después otra, y después otra. Sus inicios fueron a pequeña escala e intentaba vender ropa de calidad a precios mucho más económicos. Se le conoce por ser muy discreto y aparecer poco en los medios, no es una persona que acostumbre a estar de cara al público.

Todos estos empresarios tienen más cosas en común contigo de las que piensas. Si eres una mente creativa, con ganas de emprender tu propia aventura, construir y liderar tus sueños, ellos son un gran ejemplo de cómo tienes que empezar.  No dejes de perseguir tus objetivos porque puedes logar un imperio tan grande como el suyo.

 

 

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El presente post ha sido enviado por Javier Coca, profesional con una dilatada experiencia en ONG’s y consultoría para el establecimiento de Joint Ventures entre empresas africanas y occidentales, además de alumno del MPM On-line. Escribe habitualmente sobre tecnología y empresas africanas en http://www.adventurenetwork.org/es/category/blog/

Autopsia

Un project manager y un CEO tienen algo en común: los dos llevan un timón en sus manos, y constantemente intentan tomar decisiones correctas para llegar a buen puerto, capeando temporales y tormentas tropicales si es necesario. Ambos tienen un alto nivel de responsabilidad, ambos dirigen equipos formados por personas. Bien es verdad que no comparten en absoluto el nivel de autoridad en la estructura de la empresa, pero de eso no vamos a hablar ahora. Vamos a ver buenas prácticas de buenos CEOs en relación a las lecciones aprendidas.

En su libro Good to Great (2001), Jim Collins analiza de arriba abajo empresas que consiguieron resultados económicos apabullantes de manera sostenida durante al menos 15 años. No lo hace de cualquier modo. Invierte 5 años con la ayuda de 20 investigadores que tabulan y analizan decenas de miles de artículos, conceptualizan gigas de datos, entrevistan exhaustivamente a decenas de implicados… Parte de lo que comprobaron Collins y su equipo fue que en aquellas empresas, una mayoría de CEOs y ejecutivos tenían un hábito que el equipo de investigadores de Collins llamó blameless autopsy: “autopsia sin culpa” o “autopsia inocente”.

¿En qué consistía? Collins identifica que estas personas siempre afrontaron los hechos en bruto, independientemente de la situación. No pretendían tener todas las respuestas. Preguntaban, preguntaban y volvían a preguntar. Dialogaban y debatían, incluso muy acaloradamente, pero no se imponían. Buscaban acuerdos. Analizaban los errores clínicamente, sin culpables ni víctimas.

Esta costumbre parece haber sido crítica a nivel estratégico en algunos casos. En otros, era parte de la filosofía de la empresa. Una de ellas adquirió en 1978 otra entidad, en lo que terminó siendo un enorme fracaso comercial de alto costo para la empresa. Collins cuenta cómo él y su equipo quedaron estupefactos al ver que en las entrevistas, los responsables de la debacle no sólo no evitaban hablar del tema, sino que por iniciativa propia la comentaban abiertamente (el líder de la empresa dedicó 5 páginas enteras de sus memorias a analizar el error, sus implicaciones y las lecciones aprendidas). Aparentemente, se invirtieron cientos de horas de recursos a todos los niveles a analizar el fracaso. Analizaron. Una autopsia sin culpa. Un patrón que Collins y su equipo encontraron repetidamente en equipos que lideraron empresas extraordinarias.

Nosotros no tenemos autoridad para fracasar comprando empresas, pero sí tenemos una responsabilidad hacia la empresa y hacia el equipo, por lo que nos interesa además saber qué dice un project manager al respecto, ¿no? Pues para eso tenemos al agradable Joseph Heagney, que en su libro Fundamentals of Project Management (2011), comenta lo siguiente:

Cuando el trabajo se ha terminado, la fase de cierre requiere que se lleve a cabo una revisión. El propósito es aprender lecciones que podamos sacar para futuras ocasiones. Preguntamos dos cosas: “¿Qué hemos hecho bien?”, y “¿qué queremos mejorar la próxima vez?”.

Nótese que no preguntamos qué hemos hecho mal. Esta pregunta tiende a poner a la gente a la defensiva y le hace esconder cosas por temor a llevarse un castigo. De hecho, una revisión de lecciones aprendidas nunca debería dirigirse en un estilo culpable/castigo. Si lo que quieres es llevar a cabo una inquisición, eso ya es otra cosa. El propósito de una inquisición suele consistir en encontrar a los responsables de grandes desastres y castigarlos.

Las sesiones de lecciones aprendidas deberían ser exactamente lo que sus palabras implican.

¿Qué habilidades son necesarias para desarrollar una correcta sesión de lecciones aprendidas?

Analiza una situación profesional que conozcas donde se buscaron culpables en vez de hacer una autopsia sin culpa. ¿Qué podría haberse hecho mejor?

Imagen: Jcarlosbulas
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